Este viaje a Ibiza era uno de esos que nos hacía especial ilusión porque era
la primera escapada larga que hacíamos con nuestra peque de 9 meses. Pusimos el
punto de mira en Baleares, ya que nos apetecía un lugar de turismo familiar,
está cerca y no queríamos ciudades. Ya conocíamos Menorca y parte de Mallorca,
así que ¿por qué no Ibiza? El turismo festivalero no es lo nuestro y es poco
probable que vayamos a Ibiza en verano, pero en temporada baja es otro
cantar… La verdad es que fue un acierto.
Tuvimos una temperatura (primaveral) buenísima, no había turismo de borrachera,
sólo abueletes, la mayoría de los servicios estaban ya disponibles y las playas
vacías… Vamos ¡que volvería ahora mismo!
A Ibiza llegamos en avión (desde Barcelona el vuelo dura
apenas 45 minutos) y alquilamos un coche pequeño para movernos por la isla. Nos
alojamos en Sta. Eulària des Riu, un municipio a unos 20 km de Ibiza capital.
Es la segunda localidad en número de habitantes de la isla, suele recibir mucho
turismo familiar y evidentemente es más barato que alojarse en Ibiza. Escogimos
los apartamentos Ebusus, muy sencillos pero con una relación calidad-precio
genial, limpios y con personal super amable. Cerquita de la playa y de
supermercado.
La tarde de nuestra llegada (y alguna más en días
posteriores) la dedicamos a conocer Dalt Vila, a la que dedicaré un post aparte.
El primer día hicimos una ruta en coche similar a esta:
Nos dedicamos a recorrer varios pueblos pertenecientes al
término municipal de Sant Joan de Labritja, zona eminentemente rural y de
población diseminada situada al norte de la isla, en el punto opuesto de la
capital. La idea era ver alguna de las iglesias rurales con paredes blancas
encaladas típicas ibicencas. Muy alejadas de los estilos europeos más conocidos
y tan cercanas a otras iglesias mediterráneas como las griegas o tunecinas.
Alrededor de éstas, se apiñan los pequeñísimos núcleos urbanos.
St. Llorenç |
La primera parada fue San Llorenç de Balàfia, el tiempo
justo para recorrer el perímetro de la iglesia, en pleno campo, y hacer unas
fotos. Es tan blanca y hacía tanto sol, que cegaba. Consta de un arco de
entrada que da al típico porche y tres cruces en su fachada. Al ser la primera
que veíamos nos gustó mucho. De aquí nos dirigimos a Sant Joan, un núcleo
un poco más grande (vamos, un par de
calles) y con más servicios. San Juan Bautista se construyó entre
los s. XVIII-XIX. Está en el centro del pueblo en la pequeña plaza empedrada de
la iglesia, donde también vemos una estatua del santo. Su fachada es un tanto
atípica, ya que es blanca y amarilla. Un tramo de escaleras lleva a las 2
arcadas del porche. Aquí es muy especial la celebración del solsticio de verano
durante la noche de San Juan, con sus hogueras y bailes.
Plaça de l'Església |
Sant Joan |
Església de St Joan de Labritja |
El municipio de Sant Joan consta con una zona muy turística
en la costa, Portinatx, pero nosotros vamos en busca de calas más solitarias
para hacer un descanso. Las vistas desde la carretera que bordea la costa son
increíbles. Dan ganas de tirarse al agua. En la misma carretera están
señalizados los desvíos a las calas. Nosotros cogimos el desvío a Cala Xuclà y
después de recorrer un corto camino de tierra y dejar el coche en la zona habilitada,
llegamos a la cala.
E-10, carretera de la costa |
Cala Xuclà es una reducida cala virgen de arena y roca con
aguas cristalinas, rodeada de pinos. En temporada alta hay un pequeñísimo
chiringuito, pero ahora no funciona. Estamos absolutamente solos. En la zona de
la derecha hay un sendero que lleva a un par de casetas de pescadores, con sus
barquitas. A la izquierda también hay un caminito que lleva a zonas rocosas más
apartadas. Aquí hicimos una parada de “avituallamiento” para la peque, que
acabó dormida con el sonido de las olas. Nosotros nos dedicamos a hacer fotos
como locos.
Cala Xuclà |
Barraques |
Siestecilla en Cala Xuclà |
Desde aquí nos dirigimos a comer. Nos habían recomendado una
taberna de comida casera bastante conocida en la isla y que teníamos ganas de
probar. Aunque no estaba lo que se dice cerca, sí nos quedaba de paso en el
camino de vuelta hacia Sta. Eulària. Se llama Ca n’Anneta (o Bar Anita) y está
a pie de carretera en St. Carles de Peralta. Es uno de los establecimientos más
longevos de Ibiza (de finales del s.XIX, dicen) y en los años 60 fue un punto
de encuentro de los hippies de la isla. Siguen elaborando el licor de hierbas
tradicional de la familia y mucha gente se desplaza hasta allí sólo para
probarlo. Nosotros comimos ensalada y varias tapas de pescado (y licor, claro)
y nos pareció buenísimo y económico. La verdad es que habíamos estado solos
durante toda la mañana y en cambio este
bar estaba a tope de gente… por algo será.
Ca n'Anneta |
Degustando el Licor de Hierbas |
Después de comer hicimos la visita de rigor a la iglesia de
St. Carles; fue construida durante el siglo XVIII y es un poco más grande que
las dos anteriores ya que tiene anexada la casa parroquial. Consta de un porche
de entrada con varios arcos y un pequeño pozo. Está rodeada de jardines, donde
estuvimos un rato revolcándonos con la peque, no todo va a ser cultura.
Campanario de St.Carles de Peralta |
Església de St. Carles |
Otro punto fuerte del municipio de St. Carles es el
mercadillo de Las Dalias, atracción turística famosísima de Ibiza, que cuenta
ya con un cuarto de siglo. Aunque se puede visitar a diario, su “hippie market”
es el sábado durante todo el día. Nosotros no llegamos a visitarlo.
Tras esta ruta por el norte más rural, vamos volviendo hacia Sta. Eulária, que viajar con un bebé requiere un ritmo más pausado. Las últimas horas de la tarde las pasamos en una playa cerca de casa de la que no recuerdo el nombre, llena de restos de Posidonia... hay quién incluso se dio el primer baño del año...