lunes, 11 de julio de 2016

AOC SAINT-ÉMILION - Marzo de 2016

Durante el mes de Marzo, entrando ya en la primavera, realizamos nuestra primera escapada de 2016.En este relato de viaje a Burdeos y Saint-Émilion os explicamos la visita a una zona del suroeste de Francia donde teníamos ganas de ir desde hacía tiempo, pero por una cosa u otra siempre quedaba descartada. Para nosotros, que vivimos en Barcelona, está demasiado lejos para ir sólo un fin de semana pero demasiado cerca para incluirlo en unas vacaciones (aunque todo es cuestión de gustos). Hablo de la ciudad de Burdeos y alrededores, en la antigua Aquitania.

Pero resulta que desde hace unos años, Vueling enlaza Barcelona con Burdeos en apenas 50 minutos. Encontramos unos vuelos a muy buen precio para ir el viernes por la mañana y volver el lunes al mediodía, lo que nos permitía pasar 3 días y pico por la zona. Así que cogimos dos días de vacaciones y allí que fuimos. Todo hubiera salido a pedir de boca si no hubiera sido por la sorpresa que tuvimos durante el último día: huelga en Francia, por lo tanto no hay vuelos (en nuestro caso no hay vuelo de vuelta). Y al ser un problema ajeno a la compañía, Vueling no se hace cargo de nada, claro. Así que finalmente nos vimos obligados a hacer ese viaje en coche que nunca antes nos había apetecido hacer: Burdeos – Barcelona en más de 6 horas, perdiendo todo el día. En fin.

La primera idea era alojarnos en Burdeos y desde allí hacer un par de excursiones para conocer la región. Pero nosotros solemos disfrutar más en entornos rurales y al final la cabra tira al monte, así que invertimos el planteamiento inicial y pusimos el campo base en Saint-Émilion. Esta segunda opción implicaba tener coche de alquiler para poder moverse entre los pueblos, eso sí.  Nuestro alojamiento se llamaba “A la belle vie” y era una especie de cabañita prefabricada, situada en un camino que salía de la carretera principal. A buen precio pero sin ningún lujo, a nosotros nos bastaba.

El viernes, entre el vuelo y la recogida del coche, el desplazamiento Aeropuerto de Burdeos – Saint-Émilion (aproximadamente 50 minutos sin tráfico) y el tiempo que tardamos en localizar el apartamento que estaba un pelín escondido, sólo disfrutamos de la tarde para hacer un poquito de turismo. Y la dedicamos a caminar entre los infinitos campos de viñas.

El paisaje vitícola de Saint-Émilion fue reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1999. Y no es para menos. Incluso a nosotros, que lo hemos conocido en pleno invierno cuando la vid está en su fase latente, nos ha fascinado. El Viñedo de Saint-Émilion ocupa más de 5000 hectáreas y forma parte (es un 6% aprox.) del llamado Viñedo de Burdeos. El vino producido allí tiene Denominación de Origen Protegida, dividida en la AOC Saint-Émilion y AOC Saint-Émilion Grand Cru (esta última más restrictiva y con varias subclasificaciones). Todo el viñedo está salpicado de magníficos Chateaux, que son casas de campo con su propia finca productora de vino, equivalentes a una bodega aquí. Muchos de ellos son visitables y ofrecen catas. También el viñedo puede recorrerse de diversas formas, tanto a pie como en bicicleta, solo o con guía. Hay multitud de senderos entre las vides y la mayor parte es terreno plano. Lo mejor es contactar con la oficina de turismo de Saint-Émilion y decidir. Nosotros lo recorrimos en parte a pie y en parte con coche.

Paseo por el viñedo
Paseo por el viñedo
Paseo por el viñedo
Paseo por el viñedo
Paseo por el viñedo

BORDEAUX

Decidimos dedicar el sábado a conocer Burdeos, pensando que habría más ambiente que el domingo y dejar Saint-Émilion y alrededores para, valga la redundancia, hacer el dominguero. Así que después de desayunar cogimos el coche y en una hora más o  menos, estábamos en Burdeos. Aparcamos en un garaje de pago, ya que no nos apetecía dar mucha vuelta para buscar aparcamiento y, aún menos, pagar por aparcar en la calle. En la Cours Victor Hugo, justo en la calle de al lado de la Grosse Cloche, está el parking del mercado.

Para ser justos, Burdeos es una ciudad a la que habría que dedicarle más de un día si se quiere conocer medianamente bien y disfrutarla de día y de noche. Nosotros callejeamos todo lo que pudimos, caminamos muchísimo e intentamos recorrer los “imprescindibles”.


Una vez aparcado el coche empezamos a caminar hacia el río, ya que nos apetecía ver la ciudad desde fuera, desde el paseo fluvial. Aun así, lo primero que encontramos justo en la calle paralela al garaje es la Grosse Cloche (gran campana). No encontraréis sólo la campana, sino un gran campanario, formado por dos torres circulares y un cuerpo central que alberga la campana y el reloj. En su origen fue una puerta de entrada a la ciudad y tuvo función defensiva/prisión. Por aquí pasaban los peregrinos en su camino a Santiago de Compostela, de aquí que el nombre de la calle a la que se accede sea Rue Saint-James. La campana se tocaba en caso de alerta, por ejemplo un incendio. Por la noche se ilumina, aunque nosotros no lo llegamos a ver.

La Grosse Cloche desde Victor Hugo

Seguimos desplazándonos por Victor Hugo en dirección al río. Según avanzamos nos damos cuenta de que estamos en un barrio muy popular, con mucha mezcla cultural y alto nivel de inmigración. Por todas partes vemos tiendas magrebíes, asiáticas, grupos de gente tomando el té, en una estampa típica marroquí… Cuando llegamos al río, lo primero que paramos a fotografiar es el bonito Pont de Pierre (Puente de Piedra) que cruza el Garona uniendo el centro de Burdeos con el barrio de la Bastide. Fue construido en época de Napoleón y está formado por una serie de arcos sujetos por gruesos pilares que lo protegen de la fuerte corriente. Cada arco está adornado en la zona superior por una farola. Iluminado es una preciosidad.

Pont de Pierre

Recorrimos el paseo fluvial, en mi opinión una de las zonas más bonitas de la ciudad, desde el puente hasta la Place de la Bourse. Nos hizo un día espléndido, por lo que el paseo estaba a tope de gente haciendo deporte, caminando e incluso improvisando algún picnic. La acera contraria (la ciudad vista desde el río) es una sucesión de elegantes fachadas de piedra, muy fotogénicas, que a cierta altura queda interrumpida por la Porte Cailhau. Es otra de las antiguas puertas de entrada a la ciudad, con sus torreones y tejados puntiagudos, con una clara función defensiva ante cualquier visitante no deseado que circulase por el Garona. Entre el río y la ciudad las líneas de tranvías circulan con regularidad. Finalmente llegamos a la altura de la Place de la Bourse (Plaza de la Bolsa), una preciosa plaza semicircular que a diferencia del resto de edificaciones que hemos visto, mira hacia el río (el resto le da la espalda, ya que en la época medieval, cualquier actividad en la ciudad se llevaba a cabo de murallas adentro). Los edificios que la forman, muy señoriales, albergan varias sedes gubernamentales. En el centro de la Plaza vemos la Fuente de las Tres Gracias. Pero si hay algo icónico en esta plaza, es el Miroir d’Eau, el Espejo del Agua que es un auténtico símbolo de Burdeos. En realidad no forma parte de la Plaza, sino que está  situado enfrente, al pie del río. Es una explanada donde bailan diversos chorros de agua que sale del suelo, alternándose con la formación de niebla. Cuando se acaban los chorros queda una capa de agua sobre el suelo que refleja perfectamente la plaza, quedando un escenario espectacular. Por supuesto, a los niños les encanta chapotear y remojarse en los chorros, claro.

Porte Cailhau
Place de la Bourse

La Plaza desde el paseo

Si volvemos a adentrarnos en la ciudad por la plaza, damos con el centro neurálgico de Burdeos. Hemos hecho bien en venir el sábado, todo está abierto y las calles están llenas de gente. Nuestro destino final antes de buscar un sitio para comer es la Place de la Comédie. Esta plaza es un hervidero de gente, con el Grand-Théâtre a un lado y el Grand Hôtel al otro. El edificio del teatro, del s.XVIII,  es sede de la Ópera y el Ballet Nacional de Burdeos. Y aunque no entendamos mucho de estilos arquitectónicos, la fachada de doce columnas con sus doce estatuas, nos recuerda mucho a la antigua arquitectura griega. A la plaza, van a parar varias de las calles más importantes de la ciudad y los tranvías la atraviesan constantemente. Está claro que es un punto de encuentro de los bordeleses y a esta hora del día, las terrazas de bares y hoteles están llenas. Nosotros nos adentramos por una de las calles, adonde ahora mismo no sabría llegar, y decidimos comer en un restaurante, Le Bistro Régent, donde ofrecen un menú por 13€ y también menú infantil.


Place de la Comédie


Place de la Comédie

Después de comer y con la peque ya dando cabezazos, vamos en dirección a la catedral. La Cathédrale Saint-André, de estilo gótico, es la iglesia más importante de Burdeos. Está reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, ya que forma parte del Camino de Santiago Francés. No la visitamos porque había algún tipo de oficio en ese momento, pero desde el vestíbulo pudimos observar la nave central, el altar y el coro. El campanario, llamado Torre de Pey-Berland, está separado del resto de la catedral y tiene 50 metros de altura, de forma que es uno de los miradores de la ciudad.


Saint-André

Saint-André

De vuelta al aparcamiento, nos desviamos un poco del trayecto para dirigirnos a la zona de Saint-Michel, el primer barrio por donde hemos pasado esta mañana. Entre las sinuosas calles, encontraremos la plaza central y la basílica del mismo nombre. La basílica, al igual que la catedral, es de estilo gótico y forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Su campanario, llamado La Flecha, también está construido aparte (esto es debido a la naturaleza del suelo) y subidos a él podemos ver toda la zona del puerto. En la plaza, estaban desmontando las paradas del mercadillo que se celebra los fines de semana. Es un buen sitio para tomar un té con menta en la terraza de cualquier salón de té, que allí abundan. Desde aquí, ya nos despedimos de Burdeos hasta otra ocasión.

Basílica de Saint-Michel

SAINT-ÉMILION

Saint-Émilion es el típico destino donde la gente de la ciudad va a pasar el domingo. Está bien conectado con Burdeos por tren y carretera, es un precioso pueblo medieval entre viñas, tiene gran oferta de tiendas, galerías y restaurantes (sin llegar a ser agobiante), historia y paisaje en un espacio muy reducido. Su origen se sitúa en el siglo octavo, cuando el monje Émilion se retiró a esta zona para pasar los últimos años de su vida y acabó fundando aquí una comunidad religiosa. El pueblo creció alrededor de su retiro, que no era más que una cueva, y finalmente adoptó su nombre. Nada tuvo que ver el monje con la cultura del vino que venía de mucho tiempo atrás. De hecho los romanos ya habían escogido este territorio por su microclima y excelente suelo para sus viñedos.

En la oficina de turismo se puede obtener un sencillo pero útil mapa con los que ellos consideran los 12 monumentos que hay que ver. Nosotros además compramos (por unos 8€) los tiquets para la visita guiada de la iglesia monolítica, ya que no está permitido verla por libre.

Por la situación de nuestro alojamiento, entrábamos en Saint-Émilion por la zona de la estación de tren, al sur. Hay varios parkings de pago para dejar el coche, pero nosotros lo dejábamos en una carretera un pelín apartada y caminábamos hacia el centro. 
Subiendo por la Rue de la Porte Bouqueyre, lo primero que encontramos son los antiguos lavaderos. Es curioso ver que hay una zona cubierta con un tejado y otra al descubierto. Así se separaban las lavanderas de las mujeres ricas de las pobres, lavando sus ropas en zonas diferenciadas para evitar mezclar las aguas.

Lavaderos

A la izquierda de los lavaderos ya podemos ver la Tour du Roy. Esta torre cuadrada y robusta es lo único que queda del desaparecido castillo del rey, que dominaba la región desde la zona alta. Si accedéis a ella subiendo un tramo de escaleras, tendréis unas buenas vistas de Saint-Émilion.
La Tour du Roy

Saint-Émilion

Sin moveros de aquí, a espaldas de la torre, está lo que queda del antiguo Convento de las Hermanas Ursulinas, que una de las cosas buenas que hicieron fue inventar los macarons, especialidad de Sain-Émilion.


Le Couvent

Volviendo a la calle de donde veníamos nos dirigimos ahora hacia una de  las zonas más interesantes, la Iglesia Monolítica y su campanario. Este último marca el punto más alto de Saint-Émilion. Fue construido a lo largo de varios siglos sobre la iglesia subterránea y recopila varios estilos arquitectónicos. Es visitable, aunque nosotros nos enteramos después. Por 1.5 €, puedes obtener prestada la llave en la oficina de turismo y tras subir los 196 escalones, obtener las mejores vistas.

Campanario sobre la Iglesia Monolítica

Como he dicho antes, la iglesia hay que verla en grupo, con un guía de la oficina de turismo. Tuvimos que hacer la visita en francés y nos costó un poco seguir las explicaciones pero nos íbamos apañando. Dentro del recinto hay varios espacios de interés: la cueva de San Émilion, donde éste pasó hasta 17 años de su vida; la capilla medieval, donde se conservan pinturas murales descubiertas durante los primeros años del siglo XX; las catacumbas (que nosotros no vimos); y por fin la iglesia monolítica, una catedral totalmente excavada en la roca caliza. Más que por su belleza, sorprende por sus dimensiones, con una altura de hasta 11 metros en la bóveda central y por la fortaleza de los pilares que soportan el peso del campanario. Aquí llegaron a convivir hasta 50 monjes, siendo a día de hoy, la iglesia excavada más grande de Europa. No pueden tomarse fotos, hay que verla en persona.


El campanario desde la plaza del antiguo mercado

Una vez vista la iglesia, nos dedicamos a pasear. El pueblo está formado por una serie de caóticos callejones, entre los cuales destacan los tertres, calles peatonales empinadísimas y además adoquinadas, para hacerlo más dificil. La más conocida es la que alberga la Puerta de la Cadena y la casa del mismo nombre. En esta calle, una hipotética cadena separaba físicamente la Ciudad Alta y la Ciudad Baja, dividiendo a la población según su estatus social y religioso. La Casa de la Cadena, es la única casa de arquitectura medieval superviviente de la localidad.


Tertre de la Tente


Detalle Maison de la Cadène
Es imposible no darse cuenta de que Saint-Emilion vive del negocio del vino. Hay decenas de establecimientos dedicados a él.

El negocio del vino
Callejeando, nos dirigimos hacia el exterior del pueblo, para ver los restos de las murallas medievales que quedan en pie. La llamada Gran Muralla es la única pared que queda en pie del antiguo monasterio dominico. Con el campo de viñas a sus pies es una de las imágenes más conocidas de Saint-Émilion y con la que finalizo este relato, aunque mi foto no sea de lo mejorcito.
Murallas de Saint-Émilion

Algunos links que nos han sido de mucha utilidad:
http://www.saint-emilion-tourisme.com/
http://www.burdeos-turismo.es/

RELATO DE VIAJE A BURDEOS Y SAINT-ÉMILION, por Miriam.

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