Cuando empiezas a pensar en un futuro viaje, Dinamarca no
suele ser un destino prioritario. Queda un poco a la sombra del resto de
Escandinavia, poca (o ninguna) gente que conozcas ha estado allí y la
información en Internet es escasa en comparación a otros países. Nosotros
buscábamos un sitio a donde huir del calor, donde no tuviéramos que hacer
largos recorridos en coche para ver cosas diferentes y además, family-friendly. En este relato de viaje a Dinamarca os explicó por qué nos picó la curiosidad.
Dividimos el viaje en dos partes. En primer lugar nos
dirigimos a la isla central, Fionia, donde pasamos unos días de descanso en un
pueblecito costero, Thuro. Los últimos tres días de nuestra semana de
vacaciones, los pasamos en Copenhague. Desde ambos sitios, realizamos varias
excursiones para conocer el entorno.
Compramos los vuelos a bastante buen precio en la web de
Vueling (aprox.100€ por persona) y en la misma web alquilamos un Renault Clio
durante una semana. Para los alojamientos solemos recurrir a Booking, pero para
la estancia en Copenhague, los precios se nos iban de las manos. Así que por
primera vez, alquilamos un apartamento privado en la web Airbnb y fue un
acierto.
El mapa que resume nuestra semana es este:
Desde Copenhague hasta nuestro primer alojamiento en Thuro
hay unas dos horas en coche. Nosotros tardamos un poco más porque nos paramos
un par de veces a hacer fotos. La primera toma de contacto con un sitio nuevo
siempre impresiona. Nos impactó mucho el Great Belt Bridge (Storebaelt en
danés), el puente que une las islas de Selandia y Fionia pasando por la pequeña
Sprogo. Son 18 Km de acero sobre el mar Báltico divididos en dos tramos y un
túnel. Es importante saber que las condiciones climatológicas, sobre todo el
viento si sopla de norte a sur, pueden influir en el paso de vehículos.
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Detalle del Great Belt Bridge |
THURO Y SVENDBORG:
La verdad es que llegamos aquí por casualidad. Buscábamos
alojamiento fuera de las áreas urbanas, en zona rural y tranquila, el típico
sitio para poder salir a pasear al final de la tarde y sólo escuchar pájaros.
Así que pusimos el ojo en Fionia, la isla central de Dinamarca y la segunda de
mayor tamaño, que tiene como apodo “el jardín de Dinamarca”. Se caracteriza por
carreteras interminables (el país es absolutamente plano) con verdes paisajes y casitas tradicionales con techo
de paja. Como atractivo añadido, cuenta con un archipiélago de 55 islas
situadas al sur, salpicadas de pueblecitos pesqueros, puertos y barquitos por
doquier. Suelen estar interconectadas entre ellas o bien con las islas mayores,
mediante carreteras o líneas de ferry. Así que en este oasis de paz pusimos el
campo base para nuestros días de descanso en Dinamarca.
Thuro es una pequeñísima isla que pertenece al municipio de Svendborg,
con el que está conectada mediante un puente. En coche no se tardan más de 5 minutos en ir de la ciudad a la isla. Es un sitio típico de vacaciones
para gente local, cuenta con un par de zonas de baño, varios senderos por los
que pasear, hay camping y B&B. También hay supermercado, panadería y un
restaurante. Es un buen lugar para amantes de la pesca, contando con varios
puertos pesqueros (tamaño mini). Los días que pasamos allí aún no eran temporada alta de
vacaciones, así que la calma y la tranquilidad fueron constantes.
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Nuestro pequeño hogar en Thuro |
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Puerto pesquero |
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Mirando al Mar Báltico |
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Campiña en Thuro |
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Playa en Thuro |
Una de las noches, probamos el restaurante Thuro Kro, el único de la isla y que resultó ser un sitio peculiar ya que además era una especie de galería de arte-museo-terraza. La carta estaba totalmente en danés, pero según nos aseguraron, medio en serio medio en broma, pensaban traducirla también al inglés. Pero sin prisas, eh... El caso es que sin mucho miramiento, pedimos pescado de la zona, vino blanco y pastel de la casa y cenamos fenomenal. Casualmente el vino que tenían era DO St-Émilion, donde habíamos estado en el mes de Marzo.
A Svendborg le dedicamos una tarde. Aunque es la segunda
ciudad en número de habitantes de Fionia después de Odense, no nos pareció un
sitio especialmente turístico. Además nosotros fuimos en domingo y por lo tanto
la ciudad estaba bajo mínimos, todas las tiendas cerradas y ni un alma por la
calle. Seguramente la hubiéramos disfrutado más un día laborable. Paseamos por el
centro y al ver que no había nada que hacer, nos dirigimos a la zona portuaria. Esta
ciudad tiene una intensa actividad marítima, es sitio de salida y llegada de
ferries hacia las islas del archipiélago, tiene puerto deportivo y sus astilleros han sido de
gran importancia para su economía. Pero el día que la visitamos, le faltaba un poco
de vidilla, la verdad.
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Una de las plazas del centro de Svendborg |
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Puerto deportivo de Svendborg |
ODENSE, EGESKOV SLOT Y FAABORG:
Odense era unos de los sitios que queríamos conocer sí o sí.
Es la ciudad más grande y capital de Fionia que además cuenta con un “hijo”
mítico, Hans Christian Andersen. Yo creo que de pequeña me leí el 90% de sus
cuentos, El Patito Feo, La Cerillera, El
Soldadito de Plomo… qué recuerdos.
En Odense estuvimos medio día más o menos, en parte porque no entramos en
ningún sitio y sólo nos dedicamos a pasear. Además, algunas zonas de la
ciudad estaban en obras (por ejemplo, de la Catedral de St. Knud y del parque adyacente no tenemos ninguna imagen). Es una ciudad donde todas las cosas de
interés están cerca y es fácil visitarla a pie.
Aparcamos en las afueras para evitar las zonas de pago y
caminamos unos 15 minutos para llegar al centro. Instintivamente íbamos en
dirección al campanario que veíamos desde allí, que pensamos que debía ser la
catedral. Más por casualidad que por otra cosa, dimos con una callecita que se
llama Nedergade; en ella se sucedía un anticuario tras otro y es que habíamos
llegado a una de las zonas más antiguas de Odense, con casas que se remontan al
siglo XVI. La calle finaliza en un cruce, donde está la estatua del Soldadito
de Plomo. Hay estatuas dedicadas a los cuentos de Andersen por toda la ciudad.
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Casas de Nedergade |
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Casas medievales en Odense |
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El Soldadito de Plomo |
Caminando 5 minutillos más y tras cruzar una gran avenida, llegamos a la zona
de la catedral, que como he dicho antes estaba en obras. Ésta, es de estilo gótico y está construida en ladrillo rojo, típicamente danés. En su interior, reposan los restos del patrón de Dinamarca, San Canuto (St.Knud) y por ello ha sido un importante lugar de peregrinación. La Catedral de St Knud y el Ayuntamiento de Odense (Radhus) rodean la Plaza del Ayuntamiento. La plaza
es peatonal y en ese día acogía un mercadillo de antigüedades. En el centro hay
una estatua dedicada a Oceanía, que unos niños usaban como tobogán, la mar de
divertidos. Desde allí, cogimos una calle peatonal larguísima, Vestergade, la típica calle comercial que encuentras en
cualquier ciudad europea. Recorrimos un buen trozo, encontramos la estatua
dedicada a la historia de La Aguja de Zurcir (feísima, por cierto) y tomamos un café con leche
y un trozo de tarta de manzana que nos llamaba a gritos.
Pero lo que buscábamos no era ver tiendas, así que tomando una de las
calles laterales que salen de Vestergade, acabamos acercándonos al barrio que
acoge la casa de Andersen. El barrio en su momento fue de los más humildes de
Odense, pero ahora es un conjunto de calles pulcras y cuidadas con las tradicionales
casitas bajas danesas pintadas de colores llamativos. Una de ellas, de color amarillo y bien
señalizada, es la casa del escritor. Actualmente es un museo al que se accede, no por la puerta de entrada de la casa, sino por un moderno edificio de cristal
que está en su parte posterior. Allí también encontraréis una explanada de césped al
pie de un lago y una especie de teatro donde se hacen representaciones de cuentos. Tras un paseo por el barrio, volvimos al centro para comer en una de
las decenas de pizzerías que hay y dimos por finalizada la visita a Odense. Si
vais con niños, hay parques infantiles por doquier, así que cada cierto tiempo
os tocará hacer una paradita ;P.
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Barrio Andersen |
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H.C. Andersen Hus |
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Museo Andersen |
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Toca divertirse |
A pesar de que nosotros lo dejamos aquí, si se dispone de más tiempo hay más cosas que ver en Odense. Además de la catedral a la que no entramos, está el bonito parque que la rodea con un paseo fluvial, o el Castillo de Odense. Es buena idea dedicarle un día entero a la ciudad.
Nuestro siguiente punto de mira es uno de los destinos más visitados de Fionia, tanto por daneses como por turistas, el Castillo de Egeskov (o Egeskov Slot). El lugar no sólo se visita por el castillo en sí, sino por todo el recinto que lo rodea. Allí uno puede pasar perfectamente el día entero, sobre todo si se va con niños, ya que hay jardines, laberintos, museos, zonas de juego, de picnic... El castillo se encuentra en la localidad de Kvendrup, a la que se accede por la carretera que une Svendborg y Odense. Está abierto de Abril a Octubre y las entradas se pueden comprar allí mismo o en su web. Los precios varían según el tipo de entrada, se puede visitar el recinto solamente o pagar la entrada completa (jardines y castillo). Además se pueden comprar pases para varios días. Nosotros pagamos la entrada general de adulto de un día, sin castillo, que nos costó alrededor de 24€ al cambio. Los menores de 4 años entran gratis.
Mapa en mano y tras superar la taquilla y atravesar una parte del jardín, llegamos a la zona del castillo (por cierto, fuimos los primeros en entrar, esto no me había pasado en la vida). Estábamos absolutamente solos y pudimos hacer varias fotos; poco después llegaron hordas de japoneses y hubiera sido imposible.
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El Castillo de Egeskov |
El castillo data del Renacimiento (s.XVI) y aunque hoy es un edificio precioso con un entorno idílico, la verdad es que fue construido con función defensiva. Está hecho de ladrillo rojo, como otras edificaciones danesas, y se levanta en medio de un pequeño lago sobre una base hecha de roble. El castillo es de propiedad privada (Conde Ahlefeldt) y hay una zona reservada donde vive la familia propietaria. La finca que lo rodea abarca hasta 20 hectáreas, la mayor parte de las cuales están abiertas al público.
Sólo pasear tranquilamente por los jardines llevaría horas. Hay hasta doce jardines diferentes, entre los cuales nos gustaron mucho el jardín aromático o el Kitchen garden, el huerto de la familia. Hay un jardín acuático, una rosaleda preciosa, etc...
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The Rose Garden |
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Los otros habitantes de Egeskov |
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The Renaissance Garden |
Si salimos de los jardines y pasamos a la zona de museos, también podemos pasar horas. Hay exhibiciones de todo tipo y además enormes: coches clásicos, deportivos, carruajes, motos, moda, comestibles, juguetes, aviones! Aquí hay una muestra:
Cansados ya de ver objetos de todo tipo nos vamos hacia la zona de actividades, por llamarla de alguna forma. Aquí es donde nuestra peque se lo pasó pipa. Hay varios laberintos (de donde tuvimos que salir dando media vuelta porque no había manera de encontrar la verdadera salida); un recorrido por las copas de los árboles a 100 metros de altura, poca broma; un parque infantil enorme y con juegos para varias edades, desde bebés a pre-adolescentes; un parque genial, llamado Great Grandfather's Playground (el parque del bisabuelo), donde encontramos juegos del siglo pasado hechos en madera, tipo carretillas, zancos, un juego de bolos... para toda la familia. En esta zona también se puede descansar, hay mesas, kioskos de comida, lavabos...
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Zona de juegos |
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Tree Top Walking |
La verdad es que pasamos un gran día, el tiempo nos acompañó muchísimo y es un buen sitio para ir en familia.
La última excursión que hicimos en Fionia desde nuestro retiro en Thuro, fue a Faaborg, una pequeña localidad situada en el sureste de la isla y a media hora en coche de Svendborg. Para compensar el buen día que nos hizo en Egeskov, en esta ocasión no dejó de llover, así que tuvimos reducir la visita bastante. Callejeamos sin mapa por el centro y después por el puerto hasta que nos cansamos de lluvia. Hicimos más o menos lo mismo que en Odense (teniendo en cuenta que Faaborg es mucho más pequeño), es decir, dejar el coche aparcado a las afueras y cerca del puerto, localizar el campanario y dirigirnos a él. Caminando en paralelo al mar, llegamos a un cartelito que señalizaba el centrum y por allí entramos a una calle llamada Strandgrade. Tuvimos la primera toma de contacto con las casas bajas y coloreadas que nos acompañarían durante todo el paseo. Desde Strandgrade, cogimos una calle que apareció nuestra derecha, Torvet, que se dirigía al campanario que habíamos tomado como referencia. Pasamos por una plaza donde había un conciertillo de jazz y se habían colocado mesas y bancos para disfrutar la música (bajo la llovizna, eh). Y a partir de aquí, nos adentramos en la zona más antigua de Faaborg. El mencionado campanario es la Torre del Reloj (Klokketarnet) de la Iglesia de San Nicolás, que tiene seis siglos a sus espaldas. Se puede subir y contemplar la campiña y el archipiélago del sur, aunque nosotros no lo hicimos. Bajo la lluvia localizamos el Museo de arte de Faaborg, atravesamos un bonito cementerio, vimos casas antiguas con sus torcidos entramados de madera, atravesamos la plaza "mayor" con su escultura de nombre impronunciable de un hombre amamantado por una vaca... Y saliendo del centro, nos dirigimos a la zona portuaria, donde además de la zona de barcos de recreo, está el puerto de ferries hacia las islas. Seguramente, si el clima hubiera sido más benigno, habríamos intentado visitar la isla de Aero, pero lo dejamos para otra ocasión.
Algunos detalles del casco antiguo de Faaborg bajo la lluvia:
Aquí se acaban nuestros días en Fionia. Desde aquí nos dirigimos a Copenhague para pasar unos días antes de volver a casa.
Continuará...
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